¿Y si el problema no es la comida sino la desconexión con el cuerpo?

newsletter May 11, 2025

En los últimos años, la conversación sobre alimentación saludable se ha expandido de forma acelerada. Cada día surgen nuevas dietas, protocolos, tendencias, retos virales, listas de “buenos” y “malos” alimentos. Se calcula que una persona promedio recibe entre 20 y 30 mensajes al día relacionados con nutrición. Sin embargo, paradójicamente, los índices de enfermedades crónicas asociadas a la alimentación: obesidad, resistencia a la insulina, ansiedad alimentaria, alergias o inflamación crónica, continúan en aumento. ¿Qué nos está faltando? ¿Por qué, a pesar de tener información al alcance de todos, seguimos sin poder resolver el problema?

 

La respuesta puede ser más profunda de lo que parece: el problema de fondo no es únicamente el alimento que se elige, sino el grado de desconexión que las personas (niños y adultos) tienen con su propio cuerpo. La desconexión con el cuerpo no es una condición clínica reconocida, sino algo que afecta la forma en que comemos, dormimos, sentimos hambre, percibimos placer o tomamos decisiones relacionadas con el bienestar.

 

Durante los primeros años de vida, un bebé sano sabe cuándo tiene hambre, cuándo está satisfecho, cuándo necesita moverse o descansar. Estas señales internas: hambre, saciedad, energía, somnolencia, incomodidad o incluso necesidad de contacto, forman parte del lenguaje corporal más primitivo, natural, real y perfecto que existe. Sin embargo, a medida que crecemos, ese lenguaje se va silenciando. Se come cuando “es hora”, no cuando hay hambre. Se duerme cuando ya no se puede más, no cuando lo indica la naturaleza y su señalización de luz y oscuridad. Se termina el plato porque “hay que terminarlo”, se ignora la fatiga, se toma café para rendir más, azúcar para activarse, comida para calmar la ansiedad…

 

El resultado: personas que no saben distinguir si lo que sienten es hambre, sed, aburrimiento, ansiedad o fatiga. Personas que comen sin saber por qué comen. O que dejan de comer creyendo que eso es control.

 

Esa desconexión con su propia naturaleza, aunque parece no afectar a corto plazo, tiene consecuencias concretas a futuro: personas que creen necesitar dietas sin saber lo que sienten, o que rechazan alimentos por moda, que temen a las grasas, que sobreentienden la nutrición como un acto de control o restricción. La salud nutricional se convierte así en una serie de reglas externas que se imponen desde la mente, pero no se sienten en el cuerpo. Y cuando el cuerpo no es escuchado, responde con señales cada vez más fuertes: inflamación, trastornos digestivos, alergias e intolerancias, alteraciones menstruales, insomnio, ansiedad o conductas compulsivas.

 

La buena noticia es que la conexión con nuestro cuerpo puede recuperarse. En otras palabras, podemos volver a lograr que haya equilibrio interno con nuestra propia naturaleza. Pero no basta con cambiar únicamente lo que comemos, ni de sumar suplementos. Necesitamos cambiar la forma en que nos relacionamos con el cuerpo que lo recibe, la forma en que pensamos y la perspectiva de los hábitos que tenemos. 



Por ejemplo, un niño que pide azúcar constantemente no solo tiene un desbalance glucémico: probablemente está desconectado de su saciedad, sobreestimulado por pantallas, expuesto a estrés o carente de presencia emocional. Un adulto que come sin parar frente a la computadora no solo tiene una dieta mal estructurada, tiene también una relación disociada con el acto de alimentarse, entre otras cosas, afectada por la alta exposición a pantallas. 

 

Entre las prácticas que te ayudan a volver a conectar con tu cuerpo, podríamos mencionar las siguientes:

  • Regulación de ritmo circadiano, a través de la constante y adecuada exposición al sol y a la luz natural. Ver amanecer y atardecer tiene mecanismos claves de señalización, la exposición al sol te ayuda en muchos procesos metabólicos y también ayuda a que empecemos a dormir mejor. Por otro lado, también es importante empezar a reducir el uso de pantallas, de frecuencias electromagnéticas “frecuencias sucias” y el uso de luz artificial
  • Grounding, nada como caminar con los pies descalzos sobre la tierra para tener conectividad con esos electrones reales y naturales que vienen desde la tierra. A la vez, nos ayuda a “descargar” también, contaminación, situaciones y emociones que no son positivas.
  • Meditación, practicar unos minutos todos los días, ayuda a poner en orden tanto procesos metabólicos, fisiológicos y emocionales. Nos ayuda también a ser conscientes del presente y a tener una mejor relación con nostros mismos y quienes nos rodean.