“Evita los productos ultraprocesados” es una frase bastante repetida a nivel mundial especialmente por profesionales e incluso influencers. Sin embargo, a pesar de ser muy puntual, se queda bastante amplia y ambigua para muchos. Por ejemplo, afirmar que “la grasa es mala” o que “los productos light no son dañiños” ha contribuido más a la confusión que a la solución. Por eso, es que es necesario poner sobre la mesa las verdaderas diferencias entre un producto procesado que podría formar parte de una alimentación óptima y un producto ultraprocesado que, en realidad, nunca debió entrar al sistema alimentario humano.
Los productos ultraprocesados, son formulaciones industriales que contienen ingredientes de uso exclusivamente industrial: aislados proteicos, mezclas de aceites vegetales, jarabe de glucosa, almidones modificados, saborizantes, colorantes, edulcorantes artificiales, entre muchos otros, y que han sido diseñados no para nutrir, sino para crear dependencia, durar años en estanterías y maximizar beneficios económicos. En otras palabras, los productos ultraprocesados buscan ser bastante rentables para la gran industria, a un precio bastante elevado, la salud del consumidor. El “secreto” detrás de por qué contienen dichos ingredientes dañinos para la salud, es bien sencillo; buscan reducir costos sin afectar el sabor del producto. Azúcar añadido y aceites vegetales entre muchos otros, son ingredientes que compensan ese sabor en los productos, haciéndolos más atractivos para su consumo.
Por otro lado, los productos ultraprocesados no tienen un origen alimentario reconocible a simple vista y están profundamente desconectados del ciclo natural, biológico y evolutivo del ser humano. Muchos estudios, vinculan el consumo frecuente de ultraprocesados con aumento de peso, obesidad, enfermedades cardiovasculares, síndrome metabólico, inflamación crónica, depresión y desequilibrios de la microbiota intestinal. Y lo más alarmante: estos efectos no se explican solamente por el exceso de calorías, azúcares o grasas, sino por el tipo de matriz alimentaria que representan.Los ultraprocesados no solo alteran la fisiología humana. Alteran la percepción. La saturación de aditivos estimula las papilas gustativas, genera hiperpalatabilidad artificial, y conduce al consumo automático.
A diferencia, los productos procesados abarcan una amplia gama de alimentos intervenidos de forma mínima o moderada para mejorar su conservación, seguridad o biodisponibilidad. Por ejemplo, productos artesanales o aquellos que contienen menos ingredientes o ingredientes más “reales”. Dentro de esta categoría, podriamos considerar productos desde una conserva de pescado en aceite de oliva hasta un queso curado, una salsa casera envasada sin aditivos o un pan integral de masa madre con tres ingredientes. En su mayoría, estos productos tienen un origen claro, conservan su identidad nutricional, y su intervención busca facilitar el acceso, la practicidad y la inocuidad, sin comprometer su valor biológico ni inducir daño metabólico.
Lamentablemente, estas distinciones no siempre son evidentes, así que toca empezar a hacer el ejercicio de fijarnos en las etiquetas de todo aquello que deseamos consumir, pero no se trata de satanizar todo lo que tenga etiqueta, ni de idealizar una alimentación perfecta sin intervención humana. Se trata de entender la intención detrás de cada formulación. Un alimento mínimamente procesado puede ser clave en la estrategia nutricional de una familia: práctico, seguro, accesible y perfectamente compatible con una salud óptima.
Ejemplos de productos ultraprocesados que encontramos a diario:
Ejemplos de productos procesados que sí podrían incluirse en una alimentación óptima:
Reducir el consumo de productos ultraprocesados mejora marcadores clave de salud en cuestión de semanas: disminuyen los niveles de glucosa e insulina en sangre, mejora la respuesta inflamatoria, se estabiliza el apetito, se reduce la grasa visceral, mejora la calidad del sueño, y se fortalece la microbiota intestinal. Incluso en niños, reducir los ultraprocesados tiene un impacto directo en el desarrollo neurológico y el comportamiento.
Pasos prácticos para reducir el consumo de productos ultraprocesados: